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divessidad
Mª Ángeles Armenteros Cruz, especialista en Audición y Lenguaje

La diversidad cultural que presenta hoy el mundo no es un fenómeno nuevo, ha existido siempre. Nuestros colegios e iglesias han recibido en el pasado alumnos o miembros de otras culturas. De hecho, los pioneros fueron emigrantes.

Dentro del contexto bíblico, podemos destacar la experiencia que Jesús vivió en su infancia. Su familia y él experimentaron la emigración a una cultura diferente. Sus aprendizajes y relaciones sociales debieron de verse afectados, sin duda, por este proceso multicultural. También podemos recordar a José, a Daniel o al mismo Moisés. El texto bíblico está lleno de experiencias relacionadas con el asunto que vamos tratar.

Actualmente, la masiva llegada de alumnado de diferentes lugares del mundo a nuestras escuelas provoca que, tanto los alumnos como los padres y profesores, sobrellevemos la situación de la mejor manera que sabemos.

Esta es la causa que me ha llevado a profundizar sobre la interculturalidad con el objetivo de conocer metodologías, planteamientos o proyectos eficaces para el conjunto social actual que nos permitan promover proyectos de más calidad para todos los alumnos de nuestros centros escolares.

He descubierto que los grandes cambios que se han producido en la manera de adaptarse a esta diversidad y entenderla, es decir en la metodología, son esenciales. Es conveniente que en nuestros entornos educativos, tanto institucionales como de iglesia, sepamos adaptarnos con calidad y eficacia a la diversidad que se nos presenta. Debemos aprender de otros entornos para poder realizar una integración enriquecedora dentro de una metodología que apoye a la persona en todos sus derechos.

Una de las primeras limitaciones con las que me he encontrado ha sido la terminología y los conceptos, ya que a menudo confundimos algunas concepciones. Me parece conveniente que leamos detenidamente estas definiciones e intentemos matizarlas en nuestro vocabulario cotidiano.

Definición y aclaración de conceptos

Interculturalidad

Modelo social que acepta, interpreta y entiende las diferencias de manera que fomenta el desarrollo de interrelaciones que enfaticen el respeto y el derecho en la diversidad. La interculturalidad hace referencia a un proceso de interacción de culturas, con una finalidad clara o no, pero situadas en un plano de igualdad (cuando menos de igualdad en las condiciones de comunicación entre las culturas). Actualmente el modelo inglés es uno de los más parecidos a esta definición.

Multiculturalismo

Es la ideología que apuesta por la necesidad de preservar las diferencias entre las culturas y mantener el estatus existente sin eliminar ninguna de esas diferencias. El uso social no hace una distinción entre los dos términos (interculturalidad y multiculturalismo) y los emplea de manera indistinta, como sinónimos, en sentido coloquial, pero esto constituye un error. Con el multiculturalismo se convive en un mismo entorno, pero no se establecen relaciones, no se interactúa. El modelo francés sería el más parecido a este concepto.

Etnocentrismo

Se trata de un sociocentrismo cultural con respecto a los otros grupos. Considera que la propia cultura es la de más valor, la portadora del sentido histórico del hombre. Los rasgos que la caracterizan son:

1. Es una posición intransigente respecto de los valores y normas que caracterizan las demás culturas.
2. Trata de anular la diversidad cultural porque pretende aniquilar el resto de las formas culturales.
3. Termina siendo segregacionista porque menosprecia el valor de los individuos que pertenecen a otras culturas, haciendo de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. Del etnocentrismo puede derivar la eliminación de la cultura extraña, o etnocidio.
4. Trata de ocupar una posición dominante.
5. Muy arraigado en la sociedad occidental, cuyo alto índice de desarrollo científico-técnico es identificado, erróneamente, con un mayor nivel de desarrollo cultural y de civilización.

Relativismo

Ideología político-social que defiende la validez y riqueza de todo sistema cultural y niega cualquier valoración absolutista, moral o ética de los mismos que no sea la moralidad y la ética de la cultura respectiva. Se considera cualquier aspecto de otra sociedad o grupo en relación con los estándares culturales de ese grupo en vez de hacerlo desde un punto de vista supuestamente universal o en relación a la valoración de otras culturas. Por ejemplo, considera relativas a cada sistema cultural las diferentes formas de matrimonio, como la poligamia, o la poliandra o el matrimonio de personas del mismo sexo. En las manifestaciones más extremas, al no disponer de ningún criterio moral externo al cual remitirse, llega a considerar tan legítimo el vudú como la ciencia, o a legitimar la ablación del clítoris o la esclavitud dentro de las culturas en las que han surgido y se mantienen. Es la postura o teoría que rechaza la existencia de verdades y defiende que todo es opinable, que todo depende del punto de vista. Uno de los problemas que ocasiona es que frena la búsqueda de la verdad o de lo mejor. Surgen así las más crueles dictaduras, ya que el más fuerte se impone. Se fomenta el egoísmo y se deprecia el consejo y la experiencia de otros.

Racismo

Consiste en creer que los seres humanos se dividen en razas y atribuir al factor racial una importancia antropológica decisiva. Asigna a las razas características inmutables y cree que lo trasmitido hereditariamente no son sólo los rasgos físicos, sino también ciertas aptitudes y actitudes psicológicas, que son las que generan las diferencias culturales que se pueden apreciar. Históricamente, el racismo ha servido para justificar el imperialismo, la esclavitud, y el genocidio. Como ejemplo tenemos el holocausto judío, el apartheid de Sudáfrica o el conflicto de Ruanda en 1994.

Después de aclarar estos conceptos, sería conveniente una reflexión sobre dónde nos encontramos individualmente y dentro del grupo, tanto a nivel de centro escolar como en la iglesia o en la comunidad en que nos movemos. Esta reflexión es un tema a tratar también en cada uno de los entornos mencionados.

La educación de nuestros hijos en la interculturalidad es de gran valor práctico para la vida social que desarrollan en el presente y que se proyecta en su futuro.

Nuestro contacto entre culturas

Las culturas nunca han estado aisladas ni han constituido entes inmutables. Muchos de los rasgos que se consideran propios de determinadas culturas son, en realidad, el producto de diferentes contactos, influencias, mestizajes y adaptaciones. A lo largo de la historia ha habido intercambio de información, descubrimientos, inventos y tecnología entre personas que pertenecen a diferentes formaciones culturales. Las culturas son flexibles, fluidas, mutables, cambiantes.

Llevamos años y años educando a los niños para que entiendan que todos los seres humanos tenemos el mismo valor y que, aunque presentemos diferencias físicas, religiosas o culturales, tenemos los mismos derechos y nos merecemos los mismos privilegios. Pero parece como si la política y la educación siguieran caminos diferentes. Esto es nuestro ideal, pero parece no ser real. Una cosa es lo que decimos o planteamos y otra la que hacemos. Debemos luchar en nuestros entornos educativos, y especialmente en nuestras iglesias, para que estas cuestiones no estén marcadas por intereses materialistas .

Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia, en su artículo “Hacia una ciudadanía europea inclusiva”, utiliza la expresión “visión instrumental de la inmigración”. Desgraciadamente, el ser humano es una moneda de cambio. El valor del ser humano, sea de donde sea, radica en su productividad, en su valor como instrumento de un sistema político, y en este caso el sector migratorio es el afectado por los intereses del momento. Me ha impactado una frase del autor que dice lo siguiente: “La inmigración es una cuestión de reposición”. El ser humano, sea de donde sea, nunca puede ser un objeto ni un mero elemento de producción o interés político. Los esclavos fueron instrumentos. La historia se repite y, aunque en ocasiones cambian los lugares y las circunstancias, son los intereses de unos cuantos los que mueven el mundo. El ser humano no solo necesita cubrir sus necesidades físicas. El materialismo no debería ser el motor de la locomotora. El ser humano tiene una dignidad y un valor universales.

Actualmente, los centros escolares tienen sus aulas llenas. Hace unos años el número de alumnos matriculados había descendido. Este suceso ha ocurrido tanto en los colegios laicos como en los religiosos. Evidentemente, la razón de este cambio es el aumento de alumnado extranjero, proveniente de diversas culturas. De hecho, los colegios han acogido a este alumnado sin la formación, preparación y recursos que se requieren para llevar a cabo su tarea con la calidad que corresponde. Los intereses políticos se han ocupado de las necesidades que se les planteaban, pero no tanto de los programas que deberían ofrecerse al alumnado que se recibe, olvidando que estos alumnos tienen unas necesidades especiales a las que hay que responder con más calidad. De hecho, España actualmente es uno de los países que no se define en ningún modelo, ni siquiera a nivel de educación.

Nosotros tenemos entornos privilegiados, tanto en nuestras escuelas como en la iglesia, para preparar programas de calidad. Debemos potenciar las habilidades para negociar los significados culturales y actuar comunicativamente, de acuerdo a las múltiples identidades de los participantes. Por todo ello, hemos de desarrollar la comunicación y la paciencia (virtud del carácter). Es bueno que recordemos la siguiente frase: “Para comprender al otro hay que comprender, en primer lugar, su incomprensión”. Se puede decir que la comunicación entre diferentes culturas es eficaz cuando se alcanza un grado de comprensión aceptable para los interlocutores. No se pretende, pues, que sea perfecta sino suficiente.

Para conseguir una competencia intercultural se tiene que producir una sinergia de los ámbitos cognitivo y emotivo para la producción de una conducta intercultural adecuada. En relación con el aspecto cognitivo debemos tener claro que las presuposiciones o sobreentendidos deben ser explicados, ya que nuestros interlocutores no interpretarán siempre los mensajes de acuerdo con el sentido que nosotros les damos. La competencia intercultural emotiva se produce cuando las personas son capaces de proyectar y de recibir las respuestas emocionales positivas antes, durante y después de las interacciones interculturales. Uno de los problemas de esta comunicación es la ansiedad que perturba la interacción intercultural. Sin embargo la empatía es un elemento fundamental. Se trata de ser capaz de comprender y de experimentar los sentimientos ajenos a partir de los referentes culturales del otro. La motivación es otro elemento fundamental.

El tema de la identidad es importante, ya que debemos reconstruirla con nuestros intercambios culturales. La construimos gracias al otro y, en este caso, el otro forma parte de una identidad cultural diferente pero enriquecedora.

Generalmente hablamos mucho de las diferencias entre culturas, pero muy poco de las similitudes. Nosotros tenemos a nivel ideológico grandes principios comunes que, de entrada, nos unen.

Resumiendo, quisiera que esta reflexión sirviera para conocer un poco más sobre el tema, para ser conscientes de algunas de las causas políticas de la inmigración y de la pobre respuesta educativa que existe en nuestro país. Sobre todo, desearía que meditáramos sobre nuestra postura, sobre nuestros ideales de familia celestial, sobre la defensa y transmisión de la igualdad de necesidades y derechos en cualquier entorno, desde nuestros centros educativos hasta la iglesia.

En nuestra filosofía debe ser impensable la idea de reposición que trasmite Javier de Lucas y debemos potenciar la comunicación intercultural basada en nuestros modelos bíblicos y en nuestros principios religiosos.

Os propongo como reflexión los objetivos de la comunicación intercultural de Escoffier:

a) Nada es inmutable. Cuando se inicia un diálogo, uno debe de estar potencialmente abierto al cambio.
b) No hay posiciones universales. Todo está sujeto a crítica.
c) Hay que aprender a aceptar el conflicto y la posibilidad de que se hieran los sentimientos.
d) Hay cierta perversidad en la historia que nos han enseñado. Nuestras identidades se han hecho en oposición a la del otro; sería mejor a la inversa.
e) Nada está cerrado. Cualquier cuestión siempre puede reabrirse.

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