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NO ES UN LENGUAJE DE PALABRAS

Podemos leer: “No es un lenguaje de palabras, ni es oída su voz”. Se trata de un texto que podemos encontrar en un libro muy antiguo, la Biblia, concretamente en Salmos 19:3. Y sin duda, expresa una realidad hoy bien conocida: el lenguaje no se limita a las palabras.

En otro lugar de este mismo libro se hace referencia, ya en un plano familiar, a que un miembro de la familia puede ser “ganado sin palabra mediante la conducta” 1P.3:1, lo cual todos podemos haberlo constatado en múltiples ocasiones. Cuando la palabra se muestra ineficaz o insuficiente, un abrazo, un gesto tierno, una mirada,…pueden haber sido “mucho más” en nuestro afán de transmitir.

Hoy en día se habla mucho del lenguaje no verbal. Muchos libros de psicología ocupan sus páginas con contenidos que están en esta línea. Y, sintéticamente, podemos decir que el lenguaje no verbal está constituido por los actos mismos, las expresiones – especialmente del rostro, los gestos -especialmente de las manos-, y las posturas. También se hace referencia a las manifestaciones fisiológicas, como puede ser, por ejemplo, el ruborizarse.

Todo ello va a jugar un papel muy importante dentro del área de la comunicación entre las personas, y de una forma especial en el área de la familia, donde el gesto, la postura o las expresiones, toman una forma más espontánea y real.

Pues bien, ¿cómo nos manejamos en estos niveles? Nuestro hogar debiera ser un lugar donde la caricia, la sonrisa, el empujón cariñoso, el abrazo,… ganen “sin palabra”.

En muchas ocasiones el discurso, el “sermón”, el argumento o el reproche inefectivos se hacen “necesarios” porque no hemos expresado “sin palabra”, mucho más de lo que lo hacemos, los afectos, la confianza, el apoyo, la intimidad, la ternura,…

Tal vez podamos hacer nuestro el propósito de mejorar, de hacer mucho más ricas nuestras manifestaciones no verbales en el seno de nuestros hogares. Si lo hacemos, entonces la misma palabra encontrará su marco más efectivo. Comunicaremos más y más profundamente nuestros sentimientos, y nos sentiremos más unidos y felices.

No desaprovechemos un momento en que nuestra mano pueda expresar, nuestro rostro transmitir, nuestros labios besar,…Nuestro cónyuge, nuestros hijos, nuestros padres,…notarán la diferencia, y nosotros también.

Antonio Martínez Carrión
Director del Departamento de Ministerio de la Familia de la Iglesia Cristiana Adventista del Séptimo Día de España

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