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Los grandes descubrimientos de la ciencia, las invenciones técnicas, los proyectos que mejoran nuestra vida, etc. son, casi sin excepción, producto de la creatividad de algunos individuos. Sin ella la teoría de la relatividad de Einstein, la ley de la gravedad de Newton, el genio de Cervantes, las obras de Shakespeare, el arte de Picasso, o el conocimiento de la astronomía que nos legaron Copérnico y Galileo no habrían sido posibles.

La creatividad es una facultad de enorme trascendencia. Consiste en la habilidad de ver las cosas bajo una nueva perspectiva, de darse cuenta de los problemas de cuya existencia nadie se había percatado antes, de idear soluciones nuevas, originales y eficaces. Arnold Toynbee afirma que “El talento creativo es aquel que, cuando funciona efectivamente, puede hacer historia en cualquier área del esfuerzo humano”.

Todas las definiciones coinciden en lo novedoso, lo que es original, lo que resuelve un problema o el replanteamiento que permite una nueva visión de los ya identificados. No se expresa sólo en los ámbitos artísticos de la vida, sino en todos los aspectos de ésta, desde nuestra forma de amar y de relacionarnos, hasta en la manera de conocer, comportarnos y descubrir el mundo. Nos permite solucionar de manera innovadora los distintos desafíos que se nos presentan en la vida y desarrollar el potencial de cada individuo. Así, una persona creativa podrá encontrar respuestas ingeniosas a situaciones tan diversas como un problema matemático o un conflicto de índole familiar. Por otro lado, la creatividad, en cierta medida, es un factor protector que disminuye la probabilidad de conductas de alto riesgo como son la droga, el alcohol, la violencia y la delincuencia. También es vista como uno de los pilares fundamentales de la resiliencia, en el sentido de que el ser creativo ayuda al individuo a sobreponerse o superar situaciones difíciles, saliendo renovado y enriquecido de ellas. Otros autores la utilizan para superar miedos, decepciones y problemas que se presentan a lo largo de la vida del adulto.

La creatividad afecta a diferentes dimensiones del pensamiento: fluidez, flexibilidad, originalidad y elaboración.

La fluidez se refiere a la capacidad de generar una cantidad considerable de ideas o respuestas a planteamientos establecidos; se trata del uso del pensamiento divergente, con la intención de disponer de más de una opción a los problemas.

La flexibilidad considera manejar nuestras alternativas en diferentes campos o categorías de respuesta, es girar la cabeza para otro lado buscando una visión más amplia o diferente de la que se ha tenido hasta entonces.

La originalidad es el aspecto que más identifica a la creatividad. Implica pensar en ideas que nunca a nadie se le han ocurrido, visualizar los problemas de manera diferente. Conlleva encontrar respuestas innovadoras a los problemas.

Mediante la elaboración es como han avanzado más la industria, la ciencia y las artes. Consiste en añadir elementos o detalles a ideas que ya existen, modificando alguno de sus atributos. Por ejemplo: el concepto inicial de silla data de muchos siglos, pero las sillas que se elaboran actualmente distan mucho del concepto original, aunque mantienen características esenciales que les permiten ser sillas.

Uno de los planteamientos más interesantes que existen en la actualidad para conceptualizar y desarrollar la creatividad en las aulas es el propuesto por Robert Sternberg y Tood Lubart, quienes consideran que la confluencia de seis recursos hace posible entender la creatividad como algo alcanzable. Estos recursos son:

1. La inteligencia
2. El conocimiento
3. Los estilos de pensamiento
4. La personalidad
5. La motivación
6. El contexto medioambiental

La inteligencia juega un papel importante, ya que permite generar ideas, redefinir problemas y buscar planteamientos que funcionen. La inteligencia es la que aporta elementos importantes para el análisis de la información, como la codificación, la combinación y la comparación selectivas, imprescindibles en un pensador creativo. Además, la creatividad exige no sólo saber qué idea es buena y cuál no lo es sino también La creatividad exige no sólo proponer soluciones buenas sino también saber dónde existe un problema interesante, qué recursos hay que asignar para su respuesta, cómo abordarla, cómo evaluar nuestra intervención, etc.

Por otro lado, para ser creativos es necesario tener conocimiento del área en donde se está buscando la idea creativa. Es fundamental poseer conocimiento formal e informal de nuestro campo. Esto significa que, si queremos innovar, por lo menos debemos conocer qué es lo que existe como antecedente para nuestra propuesta, pues de otra forma podemos hacer planteamientos que ya han sido superados. El conocimiento da la posibilidad de hacer propuestas serias y funcionales que no sean ciencia ficción, permite que una persona centre su atención en generar ideas innovadoras y no pierda tiempo en cuestiones básicas.

Los estilos de pensamiento son los modos en que la gente prefiere utilizar las capacidades intelectuales de que dispone. Se pueden identificar tres estilos de pensamiento: el ejecutivo, el legislativo y el judicial (haciendo similitud con los poderes del estado). Los estilos definen los enfoques como se abordan los problemas. Hay algunos que fomentan la creatividad más que otros; por ejemplo, el estilo legislativo tiene que ver más con el diseño de situaciones, con la iniciativa y el reto de abordar problemas que no están acabados, con proponer estrategias audaces o no convencionales, mientras que los otros estilos del pensamiento están más asociados a cuestiones lineales y convencionales. Las personas que no son legislativas quieren saber exactamente qué tienen que hacer y cómo lo tienen que hacer, no les agradan las ambigüedades, no toleran las consignas abiertas de trabajo y no les gusta salirse de las reglas. Conocer el estilo de pensamiento de nuestros hijos o alumnos es importante en la medida pues podemos identificar cuál de ellos es el que más elementos aporta al desarrollo de la creatividad, cuál de ellos tenemos que intentar fomentar en nuestros hijos o incorporar con mayor frecuencia a nuestras aulas. Los estilos de pensamiento también pueden enseñarse y mejorar su funcionamiento.

Existen otros estilos de pensamiento analizados por Sternberg y Lubart que tienen que ver con la forma de organizar las ideas por parte de los individuos. El que estos autores denominan estilo monárquico es el que aparece con mayor frecuencia en los sujetos altamente creativos como Picasso, Freud, Einstein, entre otros. Estas personas se caracterizan por ser enérgicos, prefieren terminar una tarea antes de iniciar otra, les gusta dedicar todo el tiempo a un solo proyecto sin distraerse.

La personalidad es otro de los recursos que interactúa en la producción creativa y se refiere a la forma en que un individuo se relaciona con el entorno; aquí hablamos, entre otros rasgos, de la perseverancia ante los obstáculos, de la voluntad para asumir riesgos, de la voluntad para crecer, de la tolerancia a la ambigüedad, de la apertura a las nuevas experiencias, de la confianza en sí mismo.

La motivación es importante porque es el motor que genera la energía suficiente para profundizar en los trabajos que de otra manera nos causarían cansancio con facilidad. La motivación elevada provoca entusiasmo y placer no sólo en la tarea, sino también en las metas. Las personas creativas se manifiestan de esta manera en campos que son de su interés y tienen una motivación intrínseca capaz de orientarlos a finalizar trabajos complejos.

El entorno y la creatividad también son dos elementos unidos por una relación estrecha. El entorno debe presentar dificultades que inciten al trabajo creativo. Se necesitan entornos que alienten este enfoque, que presenten unas condiciones adecuadas, de forma que no aniquilen las ideas creativas antes de madurar. Así, por ejemplo, la escuela tiene que constituirse en un entorno provocador de la expresión creativa. Para ello se requieren contextos abiertos a la opinión, consignas claras y ambiciosas que generen ideas diferentes. La escuela debería transformarse en un espacio que facilite el ejercicio de la imaginación y la aparición de enfoques novedosos ante los problemas y conflictos vitales. Las familias harían bien, igualmente, en incorporar márgenes de libertad responsable y permitir actividades no alienantes, menos mecánicas, más creativas.

Educar en la creatividad, es educar para el cambio, formar personas originales, flexibles, con visión de futuro, con iniciativa y confianza, capaces de asumir riesgos y preparadas para afrontar los obstáculos y problemas que se les van presentando en su vida cotidiana. Hay que reconocer que todos tenemos un potencial creativo oculto y para explorarlo y fomentarlo es necesario seguir ciertas pautas. Como sugerencias que permiten el desarrollo del pensamiento creativo pueden considerarse las siguientes:

a) Aprender a tolerar la ambigüedad e incertidumbre. Los profesores y padres deben dar espacio a los niños para pensar sobre una situación problemática que se presente (ambigüedad) y además debe crear un clima en el que el conocimiento que se dé no sea inmutable y estático (incertidumbre).

b) Favorecer la voluntad para superar obstáculos y perseverar en las soluciones.

c) Desarrollar confianza en sí mismo y en sus convicciones.

d) Propiciar una cultura del esfuerzo y del trabajo para el desarrollo de un pensamiento creativo y reflexivo.

e) Vencer el temor al ridículo y a cometer errores.

f) La autoridad para validar el conocimiento debe partir de un proceso social, de diálogo y creativo.

g) Cuando se propicia un clima creativo, la motivación intrínseca debe estar presente. Por supuesto que cuando potenciamos, más o menos conscientemente, la competitividad perjudicamos la aparición del pensamiento creativo y el desarrollo de una conciencia solidaria.

h) Como padres, podemos convertir nuestros hogares en lugares para la recreación y la imaginación. Y las aulas y sus clases pueden transformarse en espacios para asombrar a nuestros alumnos, para experimentar e investigar.

De la misma forma que indicamos algunas sugerencias para enseñar la creatividad, también encontramos ciertos limitadores que contrarrestan su desarrollo. El bloqueo perceptual es de tipo cognitivo y, cuando irrumpe, no nos permite captar en qué consisten los problemas ni verlos en todas sus dimensiones (la mayoría de la gente tiene grandes dificultades para resolver el problema de los nueve puntos). Otros bloqueos que limitan la creatividad son: el bloqueo emocional, que hace referencia a las inseguridades del individuo, al temor a equivocarse, al deseo de triunfar rápidamente, etc.; los bloqueos socioculturales se relacionan con valores aprendidos (como las pautas y normas de conducta que condicionan y atenazan la expresión libre), la sobrevaloración social de la inteligencia, la importancia que se concede a la competitividad y el triunfo, los estereotipos en relación con los roles sexuales, etc.

Para un fomento adecuado de la creatividad en la familia, los padres han de considerar que sus hijos son capaces de crear autónomamente y aceptar la personalidad de estos. Han de educarlos a través de diálogos y ejemplos representativos. Entonces el resultado será un adulto creativo y libre en la expresión de sus pensamientos. Este trabajo de “siembra” que los padres se plantean con sus hijos es fundamental. Todos los días, mediante conversaciones, juegos, reflexiones, desafíos, momentos de humor y relax, cada padre y madre estimulan la inventiva de sus hijos. Especialmente cuando existen dos condiciones básicas: la libertad y la aceptación (Soledad García, 2007).

Joana Diestre Ribera, psicóloga

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