Skip to main content

diversidad

José Antonio M. Moreno, profesor de Psicología y Pedagogía

Lloramos al ver la luz. Nos inquieta y nos molesta ese mundo exterior que se abre ante nosotros. La madre, la familia, el grupo, la colectividad nos aportan la seguridad que, según dicen los expertos, es esencial para el ser humano. Vivimos tranquilos en una sociedad en la que se comparten valores. Por eso, seguramente, tendemos a preservar nuestros conceptos y nos violentan las ideas nuevas que amenazan desestabilizar nuestras creencias de siempre.

Por esta misma razón las sociedades han sido siempre conservadoras y han exigido la conformidad de sus ciudadanos con los modelos, valores y símbolos que su cultura propone. Las maneras de obrar, pensar y sentir llegan a ser compartidas, de esta forma, por todos los individuos. Algunos elementos de la sociedad y de la cultura pasan a ser parte integrante de la personalidad de sus ciudadanos y, en consecuencia, se convierten en obligación moral, en regla de conciencia, en una determinada forma de pensar o de sentir. Ni siquiera se advierte el peso del control social que impone el medio.

Igualmente, los sistemas educativos han permanecido estables a lo largo de los siglos, pues se han limitado a la reproducción del modelo social que sustentaban. Sus fundamentos no se han visto removidos en absoluto. En conjunto, todo resultaba homogéneo. Educar para el conformismo e integrar a los jóvenes en una sociedad homogénea que compartía valores ha sido, por consiguiente, fácil. El sistema en su conjunto imponía unas normas inequívocas de comportamiento y nadie cuestionaba la transmisión de la cultura en esas condiciones.

Pero, sobre todo en occidente, hemos ido desplazando las posturas intolerantes, las ideas excluyentes y las verdades absolutas que ignoran o se burlan de las diferencias. Es obvio que resulta más sensato y maduro el respeto hacia quienes piensan en divergente si aceptan unas mínimas reglas de convivencia. Parece evidente que nos conviene defender la posibilidad de construir un mundo sin ideas preconcebidas, sin aceptar normas porque sí y sin afirmaciones categóricas o definitivas. Compartimos la convicción de que es necesario aceptar al diferente, no rechazar a nadie porque defienda posturas alternativas a las nuestras o mantenga costumbres o hábitos distintos a los propios. Todo esto hace nos hace presumir de nuestra capacidad de convivencia y nuestra codiciada autonomía individual.

El mundo que hemos creado tiene los rasgos de una sociedad avanzada, madura, respetuosa con las diferencias. Es capaz de liberarse de mordazas ideológicas de cualquier tipo y, al mismo tiempo, aceptar todas las propuestas. Las posibilidades de libertad son mayores, pero eso también nos desconcierta. A pesar de sentirnos satisfechos con esta laicidad permisiva, nos vemos aturdidos entre la tolerancia que “debemos” tener hacia los demás y la defensa de nuestras “verdades”.

Y resulta complicado educar a nuestros hijos para vivir en un mundo tan diverso. Cuando nuestros padres defendían la obediencia como una gran virtud, nosotros tenemos problemas y nos sentimos avergonzados de exigirla a nuestros propios hijos. Los padres de hoy se encuentran incapaces de cumplir con la tarea de la educación en valores que no se advierten habitualmente en nuestra sociedad. Nos desenvolvemos mejor hablando de autonomía e individualidad. Deseamos para nuestros hijos un mundo de tolerancia y de mentes abiertas. Pero resulta difícil comprender y asumir las situaciones e incógnitas que nos vamos encontrando en este medio desconcertante: modelos familiares diversos (tradicionales. monoparentales, familias recompuestas, parejas de hecho, parejas homosexuales, etc.), ruptura de las costumbres, cambios en las relaciones interpersonales… Ignoramos si nuestros hijos andarán seguros en esta vorágine de escenarios nuevos. El cuestionamiento de todo tipo de ideas, el no dar por inamovible ninguna norma establecida previamente, la posibilidad de revisar cualquier afirmación nos empujan, inevitablemente, a diseñar una vida a la carta y prepararnos para una sociedad que ya no es fija, sino que va construyéndose y no sabemos bien hacia dónde va.

Deja un comentario

Close Menu

About Salient

The Castle
Unit 345
2500 Castle Dr
Manhattan, NY

T: +216 (0)40 3629 4753
E: [email protected]

Familias Adventistas - Iglesia Adventista del Séptimo día en España