Marian Sánchez, Psicóloga Clínica
De un tiempo a esta parte se han centrado varios estudios del ámbito de la personalidad, en averiguar por qué niños que nacen en hogares destruidos, niños de padres alcohólicos o maltratadotes, niños que sufren abusos o viven de cerca el divorcio de los padres, las discusiones y peleas constantes y la inestabilidad financiera, después son capaces de sobreponerse al dolor sufrido y desarrollar un plan de vida satisfactorio e incluso feliz y saludable.
La resiliencia es un concepto relacionado con la personalidad resistente, la fortaleza de carácter y el sentido de coherencia en nuestra vida., que está adquiriendo progresiva importancia en la actualidad.
En la enciclopedia de la RAE se define resiliencia como “resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe”, ¿y no es esto lo que pasa en el carácter de los frágiles pequeños que sufren?, ellos resisten.
La resiliencia siendo aplicada en Ciencias Sociales se caracteriza como una forma de comportamiento que se manifiesta en individuos que a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan sanas, resistiendo a la adversidad y siendo capaces de construir un proyecto vital positivo, pese a las circunstancias difíciles consiguiendo alcanzar una buena calidad de vida. Es un proceso activo fundado en la interacción entre la persona y su entorno, en el que la persona, a pesar del dolor, es capaz de resistir a través de la construcción de un comportamiento de ajuste psicosocial positivo al entorno.
Desde una perspectiva práctica, se trató de identificar cuáles eran los factores que promovían aquella protección o vacuna ante el dolor experimentado o por venir, para fomentarlos en las personas.
Creo que podemos aprender de estos factores preventivos y aplicarlos en el ámbito de nuestro hogar e iglesia, con sabiduría y sistematicidad, de manera que podamos encontrar a nuestros hijos vencedores en un mundo tan hostil.
Factores que contribuyen a fomentar la resiliencia infantil:
– Capacidad de dotar de algún sentido a la vida: fe.
– Relación estable, constante, segura con al menos uno de los padres u otra persona de referencia.
– Apoyo desde dentro y fuera de la familia: es importante fomentar que nuestros hijos sientan nuestro apoyo familiar, pero la labor no queda allí, sino que se extiende a los demás ámbitos de familiaridad de nuestros hijos, también en la escuela y la iglesia.
– Fomentar un clima educativo emocionalmente positivo, (es decir, con demostraciones de afecto explícitas), aceptante (reconociendo y atendiendo sus éxitos y debilidades), abierto (con oportunidades para el desarrollo de sus destrezas), orientador (que puedan ver en los adultos un marco de referencia estable), con límites claros (no nos de temor a establecerles pautas de conducta, ellos las necesitan).
– Modelos sociales que fomenten un afrontamiento constructivo. Que les permitan desarrollar habilidades sociales, de relación con otros y resolución de problemas, fomentando las mayores alternativas posibles ante una situación conflictiva.
– Fomentar un estilo de afrontamiento de la adversidad positivo, orientado a la meta, al objetivo y no a la evitación o el retraimiento.
– Desarrollo de sentido del humor positivo, optimismo ante la vida y evitar que se sientan desesperanzados.
– Experiencia de auto eficacia y concepto positivo de uno mismo (en pocas palabras hacerles ver lo bien que realizan las cosas). Es fácil expresar sus errores, pero de forma constante necesitan sentir que son capaces de resolver situaciones de forma correcta.
– Fomentar la responsabilidad y el compromiso con lo que emprenden.
Además recordemos que en esta difícil tarea no estamos solos tenemos a Dios como compañero en el viaje de esta vida y al promesa eterna de que….
“Instruye al niño en su camino y aunque fuere viejo no se apartará de él”.
