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Sonia Badenas Roig, Licenciada en Letras (Ginebra) y máster en Francés lengua extranjera (Grenoble)

Los movimientos migratorios y el mestizaje, tan frecuentes e inevitables hoy en día, facilitan el encuentro de culturas y la convivencia de las lenguas en un mismo espacio social. La educación bilingüe, además de enriquecer la formación básica de nuestros hijos, desarrolla su capacidad para comprender a los demás.

Desde muy pequeña he tenido el privilegio de vivir y estudiar en distintos partes del mundo, donde se hablaban diferentes idiomas. Gracias a estos viajes y a la educación en castellano de mis padres, hoy en día domino varias lenguas. Al casarme con un italiano, he formado un hogar bilingüe. Esto ha hecho que en mis estudios de filología me haya interesado por el bilingüismo, y en especial por los modos de adquirirlo con éxito en el colegio y en casa. Hoy en día, no hay duda de que el bilingüismo es una ventaja. Sobre todo en Europa, donde conviven y se mueven tantos pueblos, pero también en el resto del mundo. Sin embargo, sigue habiendo gente que le tiene miedo al bilingüismo.

¿Es positivo el bilingüismo?
Existe un prejuicio inexplicable que gira en torno al bilingüismo: “¡Pobre niño, lo vais a liar con tantas lenguas!” Se piensa que un niño bilingüe nunca aprenderá bien los dos idiomas. Pero yo me pregunto: ¿qué significa hablar bien dos lenguas cuando hay tanta gente que habla mal una sola? La teoría del “capital lingüístico” está alimentada por la idea de que para aprender una segunda lengua hay que restarle algo a la primera. Pero es totalmente falsa. La realidad es que el bilingüismo, por el contrario, estimula y refuerza el aprendizaje de la lengua materna. La capacidad lingüística es como un músculo que hay que entrenar. (1)

Sin darnos cuenta, a los niños los hacemos bilingües desde que nacen. Cuando les enseñamos a nuestros hijos que el “pollito hace pío-pío, el gatito miau, o el perrito guau” les estamos dando dos maneras de decir una misma cosa. Porque a veces al perrito lo llamará “perrito” y otras “guau guau”. Nadie duda de que el niño nunca mezclará “comidita ñam ñam” con “gatito miau miau”. Así sucede con los idiomas. Un bilingüe es alguien que ha aprendido dos lenguas sin darse cuenta y no las mezcla.

¿Por qué se constatan entonces problemas en algunos individuos bilingües?
Indudablemente, el bilingüismo adquirido en casa es una ventaja. El niño catalán o vasco aprende una lengua en casa y otra en la calle, o dos lenguas en casa, desde pequeño, sin darse cuenta. Sin embargo, hay padres –a menudo emigrantes- que podrían darles a sus hijos una educación bilingüe y no lo hacen. Los mandan a colegios ingleses o alemanes, a clases particulares de francés, pero no les hablan a sus hijos en su lengua materna. Este fenómeno nos revela que hay dos tipos de bilingüismo, que se suelen denominar popularmente: bilingüismo de ricos y bilingüismo de pobres. Para los ricos cultos, el bilingüismo es un suplemento. El hijo de un diplomático, que llega a una nueva escuela con una nueva lengua que no es la suya, está seguro de si mismo y del prestigio que conlleva saber varios idiomas. Los profesores son condescendientes con él, lo respetan y lo estimulan a que aprenda la lengua del país. Para los pobres que emigran a países más ricos el bilingüismo es una desventaja. Se avergüenzan de su lengua materna y quieren ser rápidamente como los demás. Menos estimulados en sus casas y con menos acceso a la lectura, estos niños pueden acumular retraso en sus estudios. Luego, cuando se constatan problemas psicológicos o de resultados escolares en el alumno bilingüe, se tiende a pensar que proceden del simple hecho de ser bilingüe y no es así. Son las circunstancias exteriores, familiares, escolares y afectivas, de un bilingüismo mal llevado las que tienen la culpa del retraso del niño. Un padre que en casa habla a su niño en su lengua, pero que se avergüenza de ella o la niega en público, crea un sentimiento de rechazo hacia su propia lengua y cultura. Los padres desplazados que para integrar mejor a sus hijos en el nuevo entorno evitan hablarles en su lengua materna no saben que en realidad les están privando del conocimiento de una lengua y de una cultura, y con ello están perjudicando su autoestima y la del grupo étnico del que proceden.

En 1962, Peal y Lambert realizaron un estudio que demostró definitivamente que los niños bilingües tienen un cociente intelectual superior o igual al de los niños monolingües, pero manifiestan, además, una flexibilidad cognitiva mayor y una mejor capacidad de abstracción. Esto es normal, puesto que su cerebro ha sido más estimulado. En 1984, aparece la revista The Bilingual Family Newsletter en la que los padres escriben y cuentan sus experiencias cotidianas con dos lenguas en casa. Un equipo de especialistas se encarga de responder a sus eventuales preguntas. En esos medios, se considera “fracaso” la pérdida de una de las dos lenguas por el niño.

¿A qué edad hay que comenzar a enseñar otra lengua?
Es importante tener en cuenta que “a los 6 años, el cerebro humano ha llegado al 90% del peso que tendrá en la edad adulta. El 10 % restante se alcanza en los siguientes 10 años”(2). Por consiguiente, las lenguas se adquieren mejor desde pequeños, cuando el cerebro es más “elástico”. Sin embargo, en muchos colegios, el aprendizaje de una lengua extranjera comienza entre los 9 y los 12 años. ¿Por qué? Desde luego que no es lo ideal, según los datos científicos. A los niños pequeños les encanta imitar lo que oyen y no tienen miedo a equivocarse, mientras que los adolescentes experimentan ya el miedo del ridículo. Para los pequeños, una lengua diferente es un juego fácil, mientras que para los mayores, no poderse expresar bien resulta frustrante.

El bilingüismo en el colegio: la solución

Si el bilingüismo no se puede adquirir de forma natural en casa desde pequeños, con padres bilingües, entonces se debe aprender en el colegio, pero de modo directo. Hay varias razones por las cuales el bilingüismo vivido en la escuela se adquiere de forma más eficaz que una lengua enseñada en la escuela. He aquí las razones en forma de esquema que ampliaremos más tarde.

A. Dentro del sistema educativo, el aprendizaje de una lengua extranjera resulta a menudo un fracaso. ¿Por qué?

1. Porque los niños no están expuestos a la lengua lo bastante pronto, ni de modo natural, ni suficiente tiempo.

2. Porque aun cuando los niños son expuestos a la lengua pronto, ésta no es más que una asignatura secundaria que no llega a suscitar interés en los alumnos.

3. Porque no hay continuidad en la enseñanza de las lenguas extranjeras entre la primaria y la secundaria. Es frecuente oír conversaciones como éstas: “¿Sabes inglés? – No, sólo lo he estudiado en la escuela.” Globalmente, la enseñanza de una lengua extranjera en el colegio es un fracaso. ¿Cuales son los motivos principales? Lo primero es la edad. Los niños no están expuestos a la lengua lo suficientemente temprano. Los psicolingüistas han demostrado el interés de aprender pronto una lengua a partir del plano fonético. “Desde el nacimiento, el oído y el cerebro humanos tienen la facultad de percibir y tratar distinciones muy finas entre los fonemas de las lenguas maternas. A medida que crece el niño, esta sensibilidad a los contrastes fonéticos disminuye a favor de los fonemas de la lengua que le rodea”(3). Segundo, el principio del gota a gota. “La intensidad de exposición es insuficiente: 200 horas de inglés concentradas en un mes o diluidas en un año no tienen la misma eficacia”(4). Si un alumno recibe 2 ó 3 horas de inglés a la semana, uno no puede esperar que se acuerde de todo lo que aprendió de una clase a otra. Sin embargo, si se diera toda una asignatura en lengua extranjera -por ejemplo, la música, la plástica o la educación física-, la lengua cobraría otro significado más pragmático. Lo que nos lleva al punto tres. No hay nada más artificial que frases del tipo: “Irene, What is your name?” El niño asimila su lengua materna de manera inconsciente. La lengua está vinculada a su vida de cada día, a su esfera afectiva y comunicativa. La lengua extranjera debe convertirse en una herramienta necesaria para la comunicación en clase (y fuera de ella, si es posible), un vehículo de transmisión de conocimientos y no constituir un mero objeto de estudio. Si no, el niño no le ve ninguna utilidad. La lengua debe ser percibida como un medio de expresión y de comunicación hacia el otro y no como una masa de sonidos, signos y reglas gramaticales que hay que aprender para sacar buenas notas.

B. La educación bilingüe desde la escuela infantil es la mejor solución:

1. Porque la inmersión comienza muy pronto.

2. Porque la progresión asegurada ofrece ventajas cognitivas a los alumnos.

3. Porque la lengua es un vector y no un objeto de estudio

4. Porque el aprendizaje de una lengua extranjera en medio bilingüe aporta, además, una apertura a los demás en la educación integral del individuo. Hay que hacer de la lengua enseñada en el colegio un instrumento y no un objeto de estudio. Porque en una clase de historia o de matemáticas, el maestro y el alumno tienen realmente algo que decir. Decidiendo que una clase se desarrollará en inglés o alemán, se imita la única situación natural de comunicación que puede existir en una escuela. El niño aprende, como decía Erasmo “haciendo otra cosa”. El bilingüismo consiste fundamentalmente en ofrecer la enseñanza obligatoria en dos lenguas nacionales, o en una nacional y otra extranjera. Algunas clases se dan progresivamente solo en lengua extranjera. El niño entra en contacto con nuevos sonidos desde la escuela infantil, cuando tiene más capacidad de reproducirlos. La educación bilingüe no solo aporta el conocimiento de una lengua sino que estimula el desarrollo intelectual de los niños. “Wilder Graves Penfiled, neurocirujano, explica que los cerebros de los niños pequeños tienen una plasticidad única que se pierde con la edad. El bilingüismo, afirma, hace inteligente(6)”. El bilingüismo no perjudica a la lengua materna, al contrario. Ha sido plenamente demostrado que no solo los niños en situación de bilingüismo adquieren con facilidad una segunda lengua sino que aprenden a utilizar mejor la propia y aprecian mejor su especificidad y sus matices. Uno de los factores fundamentales del éxito de la educación bilingüe es que la segunda lengua no es enseñada como asignatura, privada de significado, sino que es un vehículo para adquirir nuevos conocimientos. La lengua no es un objeto de estudio sino un medio para adquirir otros conocimientos. Esto motiva mucho más a los alumnos, porque le ven la utilidad. Finalmente, la educación bilingüe como dice Helène Cochaud-Dumarty, contribuye a enriquecer la aventura humana(7). La enseñanza bilingüe es infinitamente más que la exposición a dos lenguas y dos culturas. Modela al individuo enseñándole lo que es la alteridad, los modos de pensar y de ser de personas diferentes. La educación bilingüe es un factor de éxito social para todos y un factor de integración en la sociedad, en particular para los hijos de emigrantes. Los niños bilingües son generalmente más abiertos a los demás. Por otra parte, el aprendizaje de una segunda lengua facilita el de una tercera y refuerza las competencias en la lengua materna. Las cualidades de descentración, de tolerancia, de apertura al otro se manifiestan mejor en entornos multiculturales(8). Se aprende que hay otras maneras de pensar y de ver el mundo. El esfuerzo por enseñar una lengua extranjera tiene como resultado colateral la sensibilización a la alteridad, a la comprensión del otro que es como nosotros y a la vez diferente(9). Stephen A. Wurm, “el hombre de las 40 lenguas” dice que el monolingüismo es un inconveniente. Los monolingües tienden a ser más inmovilistas, tradicionalistas y nacionalistas, en el sentido más restrictivo de la palabra, que otros. La educación bilingüe desarrolla en paralelo las competencias lingüísticas y culturales. A través de la descentración y de la apertura al otro, el niño bilingüe tiene acceso a otros códigos y otros valores. Esta educación le permite contribuir, a su nivel, al acercamiento de los hombres y de los pueblos, y a la larga constituye, de algún modo, un factor de armonía para la sociedad y el mundo.

Conseguir en casa una educación bilingüe de éxito

1. Lo primero es empezar cuanto antes, desde el nacimiento.

2. Si los padres hablan un idioma distinto al de la calle, deben hablar en su idioma a sus hijos. Si padre y madre hablan un idioma diferente, cada uno debe hablar a su hijo en su lengua para que se forme un canal lingüístico: lengua paterna y lengua materna. Por poco tiempo que pase cada uno con su hijo, es bueno que le hable en su idioma porque el niño lo va a aprender. Se aconseja no mezclar. Hay quien aplica otros métodos: lengua del domingo, lengua de lectura, o ningún método, simplemente habla en lengua extranjera cuando se acuerda. Estos métodos tienen menos resultados por no ser sistemáticos.

3. El hecho de hablar a su hijo una lengua que no se domina tampoco es muy aconsejable. Se corre el riesgo de enseñar errores gramaticales, fonéticos o léxicos. Mientras el niño es pequeño, uno quizá domina bastante el idioma, pero cuando se empiezan a formular sentimientos y otros matices es fácil que no se puedan expresar de la mejor manera posible.

4. Debemos hablar a nuestros hijos en nuestra lengua, sin complejos, mostrándoles cuánta suerte tienen. El idioma forma parte de la identidad de una persona. Hablar varios idiomas favorece una buena autoestima.

REFERENCIAS

(1) Rachel Cohen, Plaidoyer pour les apprentissages précoces.

(2) 1968 UNESCO, Organización intelectual de la investigación sobre el cerebro.

(3) BO, nº 19, 11 mayo 1995, p. 1649 en Louis Porcher, L’apprentissage précoce des langues étrangères, PUF -Que sais-je, 1997, p. 10.

(4) Anna Lietti, Pour une éducation bilingüe, Edition Payot & Rivages, 1994, p. 6.

(5) Anna Lietti, Op. Cit. P. 38-39.

(6) Anna Lietti, Op. Cit. P. 41.

(7) Cochaud-Dumarty H.: “L’enfant aux deux langues au quotidien”, en Le français dans le monde, nº286 janvier 1997.

(8) Louis P. p. 38.

(9) Louis P. p. 9.

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