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decisiones

Antonio Martínez Carrión, director del Departamento de Vida Familiar de la Unión Española

Un año se inicia y con él nuevos propósitos en distintas áreas de nuestra vida. Nos planteamos hacer deporte, leer más, ser mejores estudiantes… Pareciera que el ser humano necesita del punto de apoyo que supone una fecha, un inicio en el calendario. Es como ponerse en la línea de salida, concentrarse y disponerse a salir lo más rápida y efectivamente posible. Pero lo cierto es que, si no hemos entrenado, descansado, si no nos hemos alimentado bien, si no hemos controlado nuestro peso… no servirá de mucho poner nuestro pie en la línea de salida. Probablemente unos metros más allá nos encontremos con la cruda realidad: nos faltará el aliento, acusaremos el sobrepeso, y el agotamiento prematuro nos hará detenernos sin resuello. ¡Qué frustración!

En el área de nuestras familias, podemos plantearnos también nuevos objetivos: compartir más horas y de más calidad con nuestro cónyuge y con nuestros hijos, hacer deporte juntos, compartir más juegos y más recuerdos. Podemos decidir también, aprovechando el inicio del año, que controlaremos mejor los programas de televisión y que fomentaremos la buena lectura, e incluso que visitaremos más a nuestros familiares. Puede ser que nos aseguremos a nosotros mismos que vamos a poner “cada cosa en su sitio” en lo que se refiere al valor que le concedemos a lo que nos rodea, y entendemos que es importante que, por fin, salgamos de la espiral en la que nos vemos sumidos.

Tenemos en nuestras manos una columna de un periódico, El País, en el que Rosa Cullell compartía lo siguiente: “Después de un montón de años de investigación, en California han concretado los ocho peldaños del camino de la satisfacción personal. Resulta, como ya sabíamos, que el dinero no da la felicidad; la salud, cuando la tienes, no parece suficiente, y el amor ayuda, aunque tiene altibajos y no es del todo fiable. El factor imprescindible para ser feliz es tener familia, de las que se llaman y celebran las fiestas juntos, y amigos, cuántos más mejor”.

Estas palabras, resultado de “años de investigación” y que confirman lo que habría podido expresar el sentido común de cualquier persona capaz de sentir alegría y tristeza, satisfacción y vacío -como viene a plantear la autora de la columna mencionada- nos confirman que nuestros deseos para el nuevo año van bien encaminados.

Sin embargo, hasta aquí sólo habremos demostrado que nuestras aspiraciones son buenas, y también que hemos entendido que lo importante no es lo que tantas veces nos “come” el tiempo. Pero, ¿qué hará que nos quedemos “sin resuello” tan sólo unos metros más allá de la línea de salida, tan sólo unas fechas más adelante en el calendario?

Hay algo que es más poderoso que el razonamiento, que la más intensa emoción, que el más profundo sentimiento. Tiene la capacidad de ordenar los valores, ubicar los objetivos, hacerlos realistas y alcanzables, proporcionar la constancia necesaria…y finalmente darnos la victoria. Se trata de un contacto, una relación, una comunión: “sin mí nada podéis”, dijo Jesús. Sólo hay esperanza si como familias, nos planteamos ir a Dios, buscando “primeramente”, para poder recibir “por añadidura” (Mt. 6:33) Sólo “madrugando para buscarle” (Pr. 8:17), y hallándole, en el día, la semana…o el año, sucederá que la línea de salida será dejada atrás y se alcanzará la línea de meta. Y entonces el “nada”, se puede convertir en “todo…lo puedo en Cristo”, incluso que mi hogar sea más hogar, mis hijos más felices, y mi matrimonio más bonito y sólido.

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